En tiempos de encuentro y de abrazos,
la lucha por aquello en que creemos
nos arrebata a pedazos
las mezquinas certezas cotidianas
y nos arroja impiadosa
al universo de la incertidumbre.
Se requiere el valor que a veces falta,
y resulta imprescindible
la cercanía
de los que comparten nuestros sueños.
Porque el encuentro en el abrazo con los otros,
nos devuelve siempre renacidos,
apostamos a la vida
aunque nos rompa
una y mil veces en pequeñas muertes necesarias.
Donde uno se pierde, otro se encuentra.
Donde uno pierde, otro gana.
Y es por eso que la suerte no existe, porque el mismo hecho que favorece a unos hace perder a otros.
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