Por contar una historia

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La vida se fue siguiendo a sí misma, como un camino donde nunca hallarás el principio, dónde jamás podrás sentir el final, aunque sea tu mayor deseo.

Le pregunto y ya no responde, el síndrome de una nueva enfermedad, le devoró su capacidad para responder, ya vive todo como un suceso individual, sin hilar situaciones, sin poder vincular.

El drama de una parte desecha, de mañanas sin luz, de trenes que nunca esperan a que sus pasos sucedan sobre el andén, siempre se vá antes, lo vive como si fuera alguien más que los abandona, al amanecer una nuevo día.

Un día escribió una obra teatral, narrando su propia vida, pocos espectadores asistieron cuando se estrenó, a veces hay vidas que duelen aún más que la muerte.

No me digas que nunca sentiste su dolor, alguna vez te habrá dolido lo mismo, en menos o mayor medida a todos hay alguna parte de la vida que no nos cierra, que no nos llena como debería…sin embargo, seguimos, porque la línea sigue y no se corta todavía.

Duele que haya otros que la deseen tanto y él que la ve con tanta liviandad, él que no le dá valor, que no le pone deseos, que no la llena de sueños.

No me hables de faltas, no quiero que hoy me veas llorar.

Sus lágrimas debería ser de algún material precioso, pues nunca ví ninguna deslizarse por sus mejillas, no demostró dolor, todo, absolutamente todo lo vivía por dentro, lo guardaba.

Y ahora, afuera esta lloviendo, y él que me pidió que hoy fuera a visitarlo…justo hoy que es lo último que deseo, y no puedo.

Está bien, con esa carita me convenciste. Ahora busco el piloto azul, ese que usaba siempre que llovía, cuando él era mi amigo, y todas las tardes el humo de una café, le daba la mano a nuestras palabras.

Gracias por insistir, creo que a veces, yo también lo necesito un poco.